jueves, 28 de enero de 2010

Furibundo corralito financiero en Cuba


La versión castrista
Una nueva revelación de la cronista independiente Yoani Sánchez 

Cada noche, en el cabaret de un lujoso hotel un empresario europeo va de mesa en mesa haciendo un insólito pedido. Se acerca a los comensales y les explica que cuando llegue la cuenta lo dejen pagar a él, con esos bonos de colores que trae en su bolsillo. A cambio, ellos le darán el importe en pesos convertibles, que después podrá trasmutar en dólares o euros para llevárselos bien lejos. Este hombre es una víctima del corralito financiero que impide a numerosos inversionistas foráneos sacar sus ganancias del territorio nacional. Para que no se desesperen del todo, las autoridades cubanas les permiten consumir a lo largo de la Isla, pagando con papelitos carentes de valor real.
El drama de los fondos congelados toca hoy a numerosos negociantes que se aprestaron a entrar en nuestro escenario económico con la aprobación de la ley de inversiones extranjeras en 1995. Disfrutaban del privilegio de gestionar una firma, condición totalmente vedada a los que hemos nacido aquí. Venían a ser la nueva clase empresarial en un país donde la Ofensiva Revolucionaria de 1968 había confiscado hasta los sillones de los limpiabotas. La cuantiosa plusvalía que lograban sacar los convertía en un objetivo muy atractivo para las jineteras (prostitutas), las casas de alquiler y los miembros de la seguridad del estado.
A muchos de ellos se les veía en los restaurantes más caros eligiendo apetitosos manjares y acompañados de mujeres muy jóvenes. Otros, los menos, entregaban regalos adicionales a sus empleados para compensar los bajos salarios en pesos cubanos que les pagaba la empresa empleadora del estado.
Estos representantes de una “avanzada corporativa” estaban dispuestos a perder un poco de capital siempre y cuando pudieran ubicarse –desde ya– en el escenario que algún día sería como un pastel cortado en cuñas. Sin embargo, quienes firmaron contratos y compartieron con ellos el champán, después de un acuerdo, los consideraban sólo un mal necesario y provisional, una desviación que se erradicaría no bien hubiera terminado el Período Especial. Después de tantas garantías prometidas, hace unos meses les han enseñado las arcas vacías, mientras les repiten “no podemos pagarles”.
De pronto, estos empresarios han comenzado a sentir la impotencia y el grito –trabado en mitad de la garganta– con que cargamos cada día los cubanos. Todavía, sin embargo, no están tan desprotegidos como nosotros ante la depredación del Estado: un pasaporte de otro lugar les permite irse en un avión y olvidarse de todo.

Argentina: Derechos humanos muy diferenciados

¡Sin palabras!


Carta de una madre a otra madre
- DE MADRE A MADRE:
 Vi tu enérgica protesta delante de las cámaras de TV en la manifestación en favor de la reagrupación de presos y su transferencia a  cárceles cercanas a sus familiares.
 Vi cómo te quejabas de la distancia que te separa de tu  hijo y de lo que supone económicamente para vos ir a visitarlo como consecuencia de esa distancia.
 Vi también toda la cobertura mediática que dedicaron a dicha manifestación, así como el soporte que tuviste de otras madres en la misma situación y de otras personas que querían ser solidarias contigo y que contabas con el apoyo de nuestra reina presidenta y su demente esposo, comisiones pastorales, órganos y entidades en defensa de los derechos humanos, ONGs etc. etc.
Yo también soy madre y puedo comprender tu protesta e indignación. Enorme es la distancia que me separa de mi hijo.
 Trabajando y ganando poco, idénticas son las dificultades y los gastos que tengo para visitarlo. Con mucho sacrificio solo puedo visitarlo los domingos porque trabajo incluso los sábados para el sustento y educación del resto de la familia.
 Felizmente también cuento con el apoyo de amigos, familia etc.
 Si aún no lo sabes, yo soy la madre de aquel joven que murió cuando se dirigía al trabajo con cuyo salario me ayudaba a criar y mandar a la escuela a sus hermanos menores y que fue asaltado  y herido mortalmente de un tiro que realizo tu hijo. En la próxima visita, cuando tu estés besando y acariciando a tu hijo yo estaré visitando al mio y depositándole unas flores en su tumba.
 ¡Ah! Se me olvidaba: ganando poco y sosteniendo la economía de mi casa, a través de los impuestos que pago, tu hijo seguirá durmiendo en un cómodo colchón y comiendo comida caliente todos los días.
 Otra cosa querida: ni en el cementerio, ni en mi casa nunca vino ningún representante de esas entidades que tan solidarias son con vos para darme apoyo ni dedicarme unas palabras de aliento y ni siquiera para decirme cuales son MIS DERECHOS.

 ¡Si estas de acuerdo con esta carta, hazla circular! Quien sabe entre todos podamos invertir esta inversión de valores que existe en nuestra Argentina, donde los delincuentes tienen más derechos que los ciudadanos normales que solo queremos vivir en paz.

Albino Hefner 
hefner.albino@gmail.com